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“Váyase a Orar”

  • Dra. Sandy Mercado-Pagán, SPHR
  • 8 abr 2022
  • 2 Min. de lectura

Fue como el quinto en ser entrevistado. Lo dejé sentado en la sala de espera junto con todos los demás candidatos, en lo que llegaba su turno. Su entrada no fue imponente; pero sí distintiva. Había algo en la evasión de su mirada. Era algo más que timidez. Un joven robusto, en sus 40’s, con las marcas de la vida prendidas en su voz. Esos bríos siempre despiertan curiosidad en una entrevista. Sus respuestas fueron incisivas, como abriendo una caja de pandora. Es interesante de lo que es capaz el hombre cuando ya se le ha quitado tanto que ya ha perdido el miedo.

"¿Pero con su experiencia por qué solicita una plaza de Handyman?", indagué desconcertada.


Y él, esta vez con un taco en la garganta respondió: “Yo hasta he supervisado más de 50 personas. Pero acepto lo que tenga disponible”.


Ya finalizando la conversación, ante la inminente necesidad de contratar urgente cinco “Handyman”, reitero que cumple con los requisitos y le pregunté cuándo podría comenzar. El, rompiéndose, fija su mirada incrédula y mientras le confirmo que sí en efecto lo estoy contratando se escapan unas lágrimas, no sé si de alegría o dolor. Luego de los segundos de silencio que le brindé, ya pausando mi voz y soltando los papeles, nos quedamos sentados.


Habría coronado el momento una cerveza fría seguramente; pero, ante las políticas laborales, nos limitamos a conversar un poco más. Y me cuenta:Yo ganaba bueno. Tan bueno que me sobraba. Durante años daba más del diezmo necesario. Nunca fallaba. De repente perdí mi empleo. Pero confiaba en que mis pastores me iban a ayudar. Los llamé y le expliqué que ya no me quedaba dinero para pagar la casa y deudas y como llevaba años dando el diezmo, si me podría dar algo en lo que conseguía empleo nuevamente.”


“¿Y qué te contestó?”, inquiero ingenuamente.


El, pausando en un esfuerzo por inhalar lentamente, me responde: “Me dijo que no me podía ayudar. Que me fuera a Orar, que Dios iba a proveer. Y allí quedó la conversación. Enganché.”


Sumida en su dolor, le pregunté qué hizo, y él ya levantándose me quema con su respuesta: Oré. Y por esto estoy aquí ante usted.”


Moraleja: Indudablemente, aquí hay muchas lecciones de vida. La desesperación te puede tentar a cruzar los dedos y limitarte a dar respuestas correctas en una entrevista. Necesitar un empleo y estar hundido en la angustia de la falta de dinero, es abrumador. No todos saben lo que se siente, y suerte la suya. Pero, el precio de la vulnerabilidad es incalculable. Esa capacidad de romperte, de pedir ayuda; eso no se borra fácilmente. Esta experiencia la viví hace años. Sin embargo, lo recuerdo como ayer. Olvidé su nombre, pero todavía veo su mirada. No es solo hacer Recursos Humanos. Es que Seamos Humanos. Prestémonos para ser utilizados ante el dolor ajeno. No sabemos dónde estaremos mañana.


No sé por qué escribí esto hoy, pero seguramente alguien además de yo misma, lo necesita.


¡Bonito día!


Sandy


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